No me detengo la
mitad de un minuto en pensar sobre esta reunión tan amena. No divago por ti
como en un intermedio casero, como por un tonto tropiezo temporal. No admiro de
ti algún paisaje instantáneo, sino a quien admiro es a ti, a tu totalidad sin
dividendos, a tu devenir absoluto, a esa paradoja que me invita a bailar,
aquella de la que siempre reniego, aquella que jamás me absuelve. Tú me dices y
yo te escucho, cual indecisa luciérnaga que afirma y niega paralelamente.
Tú me gruñes
y yo invariablemente te sonrío
Tú me
enfrentas y yo te respondo indiscretamente
Tú me
abofeteas y yo con la mejilla colorada te acaricio
Tú me llenas
y yo me vacío completo por ti
Tú te
fastidias de mí y yo estoy sediento por ti
Tú escribes
sobre esta espalda enyugada y yo te leo con cada mirada epistolar que me envías
Tú me
críticas a conciencia y yo concientemente te amonesto sin reprochar tu beldad
Tú vomitas
sobre mí pecho sangrante después de una noche pesada y yo me atraganto de tu
desbordante imperfección.
Tú me gritas
ahuyentando todos mis miedos y yo te lanzo susurros presurosos provocándolos de
nuevo.
Tú limpias
agachada mi cobardía y yo ensucio tu osadía tirado sobre la tersa piel de la
pradera de la cual jamás has requerido previa invitación.
Tú tocas a
la puerta del Olimpo y yo aguardo parado y con devoción teatral en el umbral de
la fiesta telúrica.
Tú vas
apresurada podando los jardines del edén y yo crezco veloz sobre las barbas
oscuras
Tú me enciendes
como fósforo despeinado y rebelde y yo te guardo como coleccionista avaro,
despidiendo de la mano a todo cliente insatisfecho
Tú me das
cátedra cinco minutos antes del anochecer, y yo estoy sentado en la primera
banca como todo un engreído bachiller, como un inexperto abandonado en un
nocturno burdel.
Tú me quitas
todo, como ladrón insaciable, y yo te devuelvo llanto y alegría, las dos
satisfacciones cuya función es la evidencia de mi vida.
Tú me
ofreces la vida entera y yo me suicido cada segundo a la espera de tu fabril
tarea
Tú eres la
fastuosa obra del anónimo artista y yo el menos calificado de los estetas
Tú me ves a
través de un cascada fantasma, a través de invisibles pueblos, a través de
cristalinas quimeras, y así me rehúsas dándome tu peor presentación y yo te
observo con los párpados cerrados y sé aún que estás ahí, completa, veo tu
rostro ý no comprendo por
qué éste
dejó de verme ayer, campesina sembrando tu gloria indeleble, como escritor
sobre la blanca tierra.
Tú mueves
las estaciones comprobando tu arcaica magnificencia y yo sólo camino descalzo
sobre los carbones candentes arriba de tu calva coronilla.
Tú envenenas
mi sexo, deprimido antes de tu era, debajo del cielo raso, y yo doy antídoto a
tu sensibilidad impermeable, cubierta con la profundidad de la indiferencia.
Tú y yo
teníamos un castillo, y con la avidez que me contagiaste concluyo, nadie lo
construyó, estábamos lejanos de la civilización, de la ciencia y del control
urbano, pero sí ambos lo habitamos. Tú y yo estamos condenados a un castigo,
penitencia inmediata de la antilógica amorosa: curar las cumbres afligidas y
alimentar juntos esta casa entrometida, por que de las tormentas habidas, ha de
sobrar duradera una precoz bienvenida y una bahía ventajosa.
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