Yo sospechaba
primaveralmente de esa aceitosa ficción
Pero en ambos casos
estuve sumergido antes en la realidad
No desenfocado de la
matriz adversa de mi imaginación
Deducción artística, de
la poética misma de tu suavidad.
I.
Con un atisbo azaroso,
fiel gaviota burbujeante
Inserto mi pupilas
sobre el terciopelo maya
El tiempo me traiciona
y yo río de alegría
Porque grabo tus
palacios, el remedio de mi alma.
Colgando de los nidos
pendulares juegan y danzan
Estudiosos de las
ceibas tropicales rezan y cantan
Alertan con aullidos de
los monos voladores
La conquista de la
música y las flautas de las tierras altas.
Una orquesta femenina
confiere al clima acuático
Milenarios pincelazos,
experimento del ave magnífica
Es líquida, se derrama
de entre las copas servidas
Es gaseosa, vuela
ampliada, dispersa bajo los herederos implacables.
Es una promesa que se
cumple antes de que el alfarero la queme
Semejante a los colores
del quetzal, microcosmos de esta latitud insoluta
Descubre la algarabía
de sus pobladores, todos compositores innatos
Miembros de la
filarmónica mística que estabiliza fervorosamente los cánticos lunares.
II.
Prolíficas renquillas
de los tiempos fluviales
Sentadas en la ribera
selvática de la antigüedad
A la espera del
abordaje de la polifonía insectil
Que atraviesa el
hábitat de las reservas oriundas.
Gimiendo con melancolía
está la espesa fauna
mientras descienden los
finos destellos de Diana
despegando los aromas
impávidos de las flores nocturnas
resplandores
irrestrictos del aura celeste.
Recuerdo su respuesta
esquelética cuando vivía su otoño
Pero es cuando voy
filmando cansado su entierro fatídico
Que veo más allá de su
carraspeado incómodo
E inmerso en la luz
negra me asomo a su blanco espíritu.
La obra agreste de una verde eternidad
Se presenta
íntegramente contradicha
Arbóreas ramas,
orquídeas y campanillas lagrimosas
Herbívoras criaturas
atacando al conservatorio.
III.
Exfoliación tenaz de tus
colosales insectos
Son la línea
depredadora que retrocede y avanza
Remunerando voluptuosos
los plateados aspectos
Con el centelleo de sus
ojos tornasol, esquivos y abiertos.
Alojaste a cuerpos
ajenos y esa invasión nos colocó dentro de la abundancia
El cormorán y el
tlacuache mantuvieron sus mil pies de tranquilidad
La iguana y el lagarto
su yarda irreconciliable
El jaguar y el
tepezcuintle desleales guardan su tardía amistad.
Los alisios esgrimen la
historia de las imprescindibles marchas tuyas
y los ciclones trenzan
los cabellos montuosos del patrimonio común
Su dentadura como
frontera de la oscuridad abreve viada
Es un coloquio impar en
este quórum de neblinas escurridizas.
Las minas deben estar
siempre pobladas de oro, no hay otra posibilidad
El timbre callado se
observa a través del charco del último cántaro
un mártir acorazado
torna argentino el polvoriento tapiz
en la parcela
acartonada giran los primeras cabezas del maíz.
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