domingo, 3 de noviembre de 2013

Sierra de satín (Poema sobre el timbre lacandón)

Yo sospechaba primaveralmente de esa aceitosa ficción
Pero en ambos casos estuve sumergido antes en la realidad
No desenfocado de la matriz adversa de mi imaginación
Deducción artística, de la poética misma de tu suavidad.

I.
Con un atisbo azaroso, fiel gaviota burbujeante
Inserto mi pupilas sobre el terciopelo maya
El tiempo me traiciona y yo río de alegría
Porque grabo tus palacios, el remedio de mi alma.

Colgando de los nidos pendulares juegan y danzan
Estudiosos de las ceibas tropicales rezan y cantan
Alertan con aullidos de los monos voladores
La conquista de la música y las flautas de las tierras altas.

Una orquesta femenina confiere al clima acuático
Milenarios pincelazos, experimento del ave magnífica
Es líquida, se derrama de entre las copas servidas
Es gaseosa, vuela ampliada, dispersa bajo los herederos implacables.

Es una promesa que se cumple antes de que el alfarero la queme
Semejante a los colores del quetzal, microcosmos de esta latitud insoluta
Descubre la algarabía de sus pobladores, todos compositores innatos
Miembros de la filarmónica mística que estabiliza fervorosamente los cánticos lunares.

II.
Prolíficas renquillas de los tiempos fluviales
Sentadas en la ribera selvática de la antigüedad
A la espera del abordaje de la polifonía insectil
Que atraviesa el hábitat de las reservas oriundas.

Gimiendo con melancolía está la espesa fauna
mientras descienden los finos destellos de Diana
despegando los aromas impávidos de las flores nocturnas
resplandores irrestrictos del aura celeste.

Recuerdo su respuesta esquelética cuando vivía su otoño
Pero es cuando voy filmando cansado su entierro fatídico
Que veo más allá de su carraspeado incómodo
E inmerso en la luz negra me asomo a su blanco espíritu.

La obra agreste  de una verde eternidad
Se presenta íntegramente contradicha
Arbóreas ramas, orquídeas y campanillas lagrimosas
Herbívoras criaturas atacando al conservatorio.

III.
Exfoliación tenaz de tus colosales insectos
Son la línea depredadora que retrocede y avanza
Remunerando voluptuosos los plateados aspectos
Con el centelleo de sus ojos tornasol, esquivos y abiertos.

Alojaste a cuerpos ajenos y esa invasión nos colocó dentro de la abundancia
El cormorán y el tlacuache mantuvieron sus mil pies de tranquilidad
La iguana y el lagarto su yarda irreconciliable
El jaguar y el tepezcuintle desleales guardan su tardía amistad.

Los alisios esgrimen la historia de las imprescindibles marchas tuyas
y los ciclones trenzan los cabellos montuosos del patrimonio común
Su dentadura como frontera de la oscuridad abreve viada
Es un coloquio impar en este quórum de neblinas escurridizas.

Las minas deben estar siempre pobladas de oro, no hay otra posibilidad
El timbre callado se observa a través del charco del último cántaro
un mártir acorazado torna argentino el polvoriento tapiz
en la parcela acartonada giran los primeras cabezas del maíz.




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