sábado, 16 de diciembre de 2006

Sin título


Cielo eres tú
Ráfaga de viento crudo
Que por ningún motivo turbio pasa desapercibido
¡Ese es tu real imposible!
Barriendo las nubes, procurando tormentas aisladas
Exhibiendo carrozas vencidas que nutren la competencia,
Ensombreciendo la tarde de los pensamientos tristes, pero irremediables
Escombrando hacendosa el laboratorio trepanado de alertas fútiles
Retirando brevemente la melancolía de los ocupados panoramas
Que sumergidos en el acre lodo de mi incompleta fisonomía,
curan de mis ojos empantanados la indiferencia del sueño
fuego doble noctámbulo que me despierta a la vida durmiendo
tenaz iluso que se burla de sí mismo alojando escarnios solubles
exponiendo suavemente del mar la deriva, asintiendo a cada risa
y separando el júbilo de las costras acuáticas del polo.

Yo me pierdo,
No me hace falta creer en ese crimen, ni habituarme a la luz serena
Para incentivar la reflexión alienada de sorpresas.
Estoy contigo en desventaja y bajo suplicios abstractos me desequilibro
Agobiado, paseo esperando que la justicia reconozca la inocencia de mi desdicha
Cuando entiendo que todo amor es el primero,
caída vertical en la que mueres para vivir
velero ciego e inaudible de la diestra inexperiencia
que apenas y deja ver sus insondables pies.
Se acude a la pregunta sin sentido, a la muerte de lo inmortal
¿es un obrero o un escolar el que a lado está conmigo?
Es empeñarse en la reescritura de una venerable historia
De una novela que nunca termina
Y de la cual aprendemos a ser nosotros mismos en lo otro,
Fortuna de un dios que camina hacia la luz tras la montaña
y aún así persigue forcejeando el crepúsculo de la idea desbordante
Agitado y pensativo se revuelca en la cuenca del paraíso.
Con su olfato que rastrea el vapor termal
La lira se oblonga hasta lo sublime entrometido
Esta travesía es un entrar fabuloso, aunque no permitido,
Ingresar a una temeraria osadía invitado por la belleza más clara y elemental
Respirar mil y un migas de incredulidad,
Que casi no dice, sino que principalmente calla, aun así revelándose en misterio.

No duro,
No me prolongo más hasta que te veo
Y me quitan de inmediato el privilegio
Yazgo en la misma cárcel del ave prisionera
Envuelto en tribulaciones y desventuras me ahogo
Pataleo torpe en el lago insalubre de la desesperanza,
¿cómo contar los pequeños e insignificantes sucesos de nuestra lejana existencia,
de esas horas que se hablan sin saberlo,
que se acarician sin conocer la procedencia de tan tremenda seducción?
¿cómo resumirte en unas exangües palabras, en un aliento consumado, en un hallazgo pertrechado por la crema de las disonancias, en un suspiro de la mano, en una delectación salvaje o en una herida disminuida?
¿Quién sino ella juntará del mundo la diversidad de los linajes, engendrando amor entre ellos?
Es ahora inviable tragarse las oraciones revueltas con sollozos
Frente a esta noble imagen que de vez en cuando se desdibuja atrayéndonos
Fijando en las sombras neonatales una conciencia de inmortalidad
Inspiración estelar que me destruye
Que resuena en silbidos conyugales,
Que me destierra a la nada, o a la generalidad.

Ruego y súplica que el placer jocoso nos emplaza
Y se alarga la rueda en su correr.
No consiento que se vaya, me hiere su lejanía
La infrecuencia de los días que su ser me acompaña
Que como del aceite a la llama se aspira el candil a encender.
Te hablo apresurado desde dentro acompañado de barbarie
Lo menos parecido a como explicaría el científico o el teórico
A como exclamaría la abogacía o el comercio remilgado
Intraducible y alterado, aislado en la conciencia de la soledad
No me atrevo a seguirte por completo o a seguir especulando
Rebanando la constancia de verme algo pensar o creer.
Y sin embargo, es mayor el pavor que siento al dejarte ir
En los labios de otro que como alegre criatura
Comparte la cadencia y el edulcorado sabor de los milagros.

Jamás estoy en casa, y derogo cualquier aderezo inoportuno,
Habito desgarrado la ceniza que eleva el aire y sobrevive en la memoria.
En pena, encadenado, me resbalo por los rincones oscurecidos.
No me busques, que yo llego a ti sin remisas ceremonias
Aunque a veces me halle acongojado donde nadie me convoca
Sin mirar que no necesito ojos para verte
Aparejados se incendiarían sometidos a las mentes de aparecidos,
ojalá se dilataran nuestros corazones golpeando bajo el mismo ritmo
escalando en su calidad de montañeses la afilada altura
extinguiéndose su oxígeno fantasma al tropel de los corceles enfurecidos,
obligándolos a sorber el resto de sus días en un alianza soberana.

Oigo dar las doce en muy variados y múltiples relojes,
Se alza a bofetadas el homenaje del desastre,
Pero ella resucita y nada puede alguna vez madurar sin que sus labios lo insinúen,
Beldad que se me adelanta a lo privado, y que también se me anticipa
Al afortunado pero inexacto tiempo de este barrio
Que en el mármol incorruptible es labrado,
piedra que echa a arder los manantiales
Cundido en templos, teatros encorvados, escuelas, hospitales y mugre
De rumores que sofocan y halagos que esconden
Las delicias que siempre nos quedarán tan sólo prometidas.
Urbe envinada que auspicia el servicio de las mesas
Te envías dando luz a la estrella, engalanada de tomillo y azafrán
secreto de mis palpitaciones que se resisten moribundas pronto a expirar
ajustando el horario matutino postrado en mil trastornos,
es así como el humor de las rosas me abate
refinando el aceite de lavanda
junto al pasado que repentino
se ilumina en cada instante.

Sin embargo, el deseo que me convulsiona amanece:
Dar expresión a una experiencia de arsenales poderosos
Servir de apariencia al sabio que construye ávido muros
Para luego colapsarlos en el juicio ebrio de las coyunturas solares
Observar a la mujer relumbrante que vino a mirar el piso,
Habíteme -le demando- casi groseramente, como si fuera a pagar por igual
Viva en mí y yo viviré en usted;
gimiendo sacude las gratificaciones,
Y me habla con un enmudecimiento que corroe malhiriendo
Como cuando la helada acontece volviendo roca fría a las cascadas siempre fluyentes
Donde pausadamente, como sus cabellos,
se derramarán detenidos, como infantes que tropiezan
larvas de una futura libélula centellante,
nunca se nos ocurre que jamás previenen lo sentido y lo pensado,
Cual si el tiempo no pasará sino que permaneciera siempre reservado a lo inmutable
Pronuncias el veredicto para hacer de esto una completa ilusión
Quimera que derrama la concurrencia de las pasiones,
Esa ambulante extravagancia de parajes
Que desfilando amputan de la plebeya su ser invisible.

Deslealmente se escucha la petición del derrumbe licencioso
Moldear la letra que erecta la suerte del encono en apariencia
Pues si se supiera cuán rastrero es el encierro y peligroso
Los túneles subterráneos sorberían el resto del relato
Abrigando con sus techos diamantinos al osado en penitencia
Miembro leso que vive en ella y quien en su consternación
nutre a diario de la tempestad su asalto.
Pero por acá la noche es más oscura, menos nerviosa y el día queda pendiente
En tanto las casas absorben frenéticamente con sus paredes albinas la eternidad.

La angustia funda lo prohibido, lo inicia, lo espabila, incluso lo ilustra
Lo inaugura con un aspaviento inusitado,
Como si restaurara de lo antiguo sus palacios,
Bajo el carácter de un niño en pleno canto de guerra.
Por eso te persigo gravemente y despacio
Y a uno la belleza le dona un maleficio,
un hechizo que embarga y una soga de espinas que estrangula.
Infrinjo atónito la ley haciendo presencia la virtud prodigiosa
y rebaso el límite de la piel cabalgando sobre el trabajo del aceite
Superficie dolosa que soborna y sacrifica
Habitáculo del castigo que oprime y acaricia
Y cuyo sudor se escapa en muy dignas florescencias
Con los huesos blanquecinos que vuelan exquisitos.
Sin embargo, nada obsta el que con sus fuertes colores
más se ennegrezca el brillo solaz, martirizante y diferido.
Y la sangre de la leyenda corra por el óxido cavernoso
Se tiendan las redes aunque de cera sea el hilo,
Rindiéndose ante cualquier reclamo mimoso.
Infierno del mar que absorbe patrones en movimiento
Regurgitando está el margen de la bahía espumoso
Revuelve el día y la noche con un tremendo silencio
Que derrite y mezcla la mentira y la verdad
Y que la nueva vida se realice en ilusión,
Flotando amarilla extraviándose entre espejos.

Las contracciones cauterizan una posible adversidad fatal,
Fuerte abandono que traumatiza los arcos sobre las cuencas de fosforescencia,
Un demonio vigila la miseria y lalamentación,
Las palabras se pierden entre lágrimas adversas
Y la elocuencia mata la sinceridad del razonamiento
Los labios han de ser comunes, uno hermano del otro
Gozar beso a beso este lenguaje sagrado,
Signado por la salud que nunca delicada
Está presente al servicio del deseo.
Nadie quiere ser recibido en su ejercicio con desaire, ni moral
La argentada espada que a la existencia me regresa
Luce con un infarto de desprecio el corte de la valentía ,
Sorda el festejo le implora a la naturaleza
que sin desdén ronda con otro en fuga por cualquier lugar
cicatrizando la sangre que paulatina reposa
consagrando a la música su imperio.
Aumentando la Razón que antes niña ahora es discípula graduada de la Providencia.

En un rincón de la tierra descansa un mito que resulta ser demasiado abrumador.
Escarba el agua que brota de cráteres distantes,
Al principio de los tiempos sólo Uno había,
Una insignificancia que no se comprendía,
Un vuelo cascado del norte,
Que contemplaba al hombre que de a poco del mundo se desvanecía.
La inconmensurabilidad es ahora persona que hábilmente deprava,
Acredita el desatino dando cuenta a las riberas corporales
De bestia a hombre, en una pulida obra, maravillosa pintura, renazco,
Soy un beneplácito diligente para un mandato irreprochable
Rey jumento del desarme que amamanta las huellas del aerolito cuando lo pisa
Levantándose cuando las velas se acendran y amonestan al vilo
Acontece la boca cayendo, salivando con discreción profundidades,
El diálogo interrumpido vuelve a reanudarse y soborna al ministerio,
Hermana del Sol, astro rey, vuélvame a mi estado original,
Hágame quien realmente soy,
pues a ese único y sacro beneficio que segrega el refrigerio,
todo lo que viva ya en libertad yo le deberé.
Se le obliga a ser escuchado, atendido en su paciencia
Pensando en ese momento que entrar en razón es ahora dispersarse
Aguardando la jovialidad de las cosas,
En el púlpito se desmenuza, debajo del gran imperio
Aún así nada responde y templado anochece.

Diosa soberana que prominente del cielo espero tu descenso,
Su sazón no la deja corromperse, y hace que los ventarrones se relajen.
Mientras yo moribundo clamo por un vuelo que me despegue,
Altura que me agraciaría emigrando de la tierra hacia la Luna
Disponiéndonos con un abrazo elegante y fastuoso a revivir el desarraigo mutuo
Encuentro majestuoso que flotando por los aires extranjeros nos fundiera con el éter
Verdad es que quiero excederme y extraviarme por tus senos,
Transformarme felizmente en esta combinación gloriosa
En la que una alarma propicia revienta en azahares de sorpresas
Que creo como la historia más cierta, entre los desvíos que nos conducen
Patética, sórdida e irónica es la mágica aventura
La realidad que anima el engaño femenino
La narración hermosa ante la que sucumbo
Me deshago reparando el sorprendente ritmo y colorido
De esa extensa florescencia que me protagoniza
Intentando peripecias que me llevan a otro mundo.
Algunos prefieren derrotados
vencidos por el soplo de las flores
y abatidos por el claro de la Luna
no seguir viviendo o dormir sin interrupción posible
Alguien que no soy yo,
Un transformado te insiste:
¡entra conmigo aterciopelada en medias rosas!
Otorga el paso al baile de máscaras que nos descubrirá a ti y a mí
En medio de la inclemencia del océano sempiterno
Llega al puerto y pregunta por el resto de un poeta.

Atraes hacia mi con tumulto irrefrenable la posibilidad de la explosión
Escarcha sobre el crisantemo que enfría las pulsiones
Y si no un pánico terrible me engulle
Haciendo que el alrededor se precipite vertiginosamente hacia el abismo
Vacío mismo que hemos abierto entre burbujas y desaires
Remolinos que disfrazan del derrumbe las señales,
Habrá quien confunda la incalculable obstinación con lo incondicional
Signos sin remedio que no calman la comprensión
Sino que la provocan y retan a duelo.

Quisiera raptarte a cuenta gotas en un beso
Y sumidos en la arena de la playa un verso
Leer hasta secar el marasmo hídrico de la laringe
Abrir las blancas páginas de un amor imaginario
Agotarme contigo en una orgía temblorosa
Y sentir con ventaja panorámica que me inmiscuyo
Que he obtenido la victoria sobre el cansancio.

Se advierte que puede arder la frente,
Picar los párpados y destemplar el alma
Inclusive calar un frío glacial que se escurre por tu coraza áurea
De ninguna manera debe suponerse brega o verborrea alguna
Retumbando dentro de la cabeza la sinfonía que nos concilia
Narrando con las formas del humo un desmayo que nos embarga
A pesar de la melodía meliflua de esta flauta marciana que nos devora.

Te me escapas desprendida
Con una arenga que se me dificulta,
Usted se levanta como un pájaro que desea irse, dejarse en conmoción,
reír, viajar deprisa sin saber con precisión la región de su destino
si supiera que va en sentido contrario,
inversa, atravesándome ululante, unciéndome con el agua dulce del río.
También maniobraría buscando el desquite
y el fin de sus complacencias,
exagerando el plazo e intercediendo por la maleza
desconociendo lo absoluto, resistiéndose a lo inexorable,
fugándose así el tropel de los címbalos.
En las sombras abatido se desploma el tótem frutal repartiendo la refrescante pulpa
comienza repetida y de con martilleo, ella, como la lluvia, la paseante estelar
con una voz suave que la presenta y la derrite a conmover el temple de los vidrios
azulando mis mejillas con lágrimas inoportunas;
y encogida en diligencias parece constante y obediente en su empresa,
suave, rijosa, latente,
empuja sutilmente con un gimoteo perdidizo la siguiente excepción,
marca de la vida, y colgada la imagen de frente,
acompañada de pequeñas palideces desespera a la anfitriona de la siguiente puerta.

Sostiene un durazno con sus falanges encogidas,
Vaga blanda en una danza inestable que horadan las palabras,
Sonidos curiosos que marchan al compás tras la esencia de las cosas.
Ahora desliza un pañuelo traslúcido por la sombra del pecho
Un listón azulado se enreda entre sus rubios cabellos,
Te observa sin mirarte, como si su vista fuera hurtada por la eternidad
Es sacerdotisa delirante que afianza la libertad
Que resulta incapaz de empalidecerla o privarla,
Aunque a quien la contemple le dibuje helado,
Quebrando sus ojos etéreos, sicodélicos y confundidos,
Casi temblando como una hoja a punto de hacerse pesada y caer.
Es un regreso desconocido que nos vuelve a la verdad
Joven celeste que conmueve y distrae del Olimpo su atención.

¿Es acaso todavía una historia de vasto naufragio,
o la virulencia copada del estero?
¡Sálvese quien pueda vociferan los desmayos!
A mis expensas me convierto amablemente en un médico
Las hormigas se esparcen por los pies devorándolos,
Con su magia homicida que me desaparece
Caminando sobre calamidades
Aquellos mil valores y poderes del universo defraudado
Comarca del país del escarmiento,
Dolor que calculé y así se fue perdiendo
El príncipe de la mediocridad que hace del accidente su esencia,
Ha observado que han vuelto a ser consolación de entuertos
Las pícaras migajas del pensamiento,
La copia teñida que ensombrece al ingenuo fatalista:
El desastre que acaricia el confín del entusiasmo
Y el papel que se hace lumbre
Como ese llegar a ti que no termina
Sino con el acto de la interrupción
Donando morada a la huérfana de moraleja
Que la fábula de tu imperio encandila
Extinguiendo la ligereza de la serena transparencia que viste este follaje
Soplando su forma envuelta por el desierto que la corona,
Proclamada por la diversión de un ataque que nos calumnia.

Mientras tanto la presa rechaza desesperada
Supurando y excretando coágulos candorosos
El episodio inclinado de su muerte.

Esteban
México, D.F. a 4 de septiembre de 2006.

Mundo verdadero


¿Cómo venimos nosotros al mundo?
Solitarios o acompañados, como uno o como otro,
Como dos enamorados en la unidad dialógica,
Que se toman de la mano, miran al espejo y enrojecen,
Como dos iniciados en la pantalla mágica.
Venimos eléctricamente a la vida por un deseo invisible,
Anhelo de fantasía, felicidad, anarquía y plenitud.
Una pasión tremenda que se disfraza de posibilidad,
Y anida en el suelo nutricio de la verdad.
Un rayo sin trueno, insonoro que calla sospechas mundanas
y elige arrojarse sobre el aún bello e ignorado destino
que alienta el olvido e invoca a la muerte.

Rosa entre mil rosales diferentes y semejantes que se observan entre sí multiplicándose,
Autores de un centenar de heridas profanas que sanan sólo en el estío,
Que desgarran con tribulación la oportunidad de muchos héroes sin remedio,
A pesar de su inmortal número, sólo una en cualidad me entusiasma,
Quintaesencia que me inflama y sobrecoge placenteramente,
una flor que me sonríe y enseña la realidad refractada por óptica infinitas,
que me ve cerrando los ojos, que me oye a través de la lluvia
azúcar incendiada que edulcora la súbita salida,
cada gesto hermoso y brillante lleva originariamente su nombre y es espejo de su esencia,
por la niebla fantasmal que a ambos nos esconde adherida,
nos escinde para reencontrarnos y dejarnos en libre caída,
pues de dos es la deriva, que remonta el agapando,
como cualquier solitario, pero al fin náufrago doble
convertido en apuros, extraviado en la negruzca profundidad.

Hombre que se retuerce perdido como un pulpo enrollado por sus propios tentáculos
Y en esa animalidad luce distraído por la locura amable que lo conmueve,
Suelta un llanto inicial por el absurdo irrenunciable
y la boca del hambre inconsolable, no lo evade, no lo engaña.
Es un reino cuya población ha desaparecido engullida por sí misma,
Yace desértico a excepción del cielo terreno vuelto jardín milagroso.
Algunas veces su princesa camina alegre y desinhibida por la ribera encantada que la alimenta,
En ese nuevo edén glorioso que habitaron alguna vez las divinidades enfurecidas.
En ocasiones sólo está extenuada con un andar incomprensible que la delata,
Que paso a paso me aproxima a lo precioso e innombrable, pero también a lo trágico y terrible.

El príncipe encalla en una isla desconocida sin nativos aparentes,
Ella cree que no nota su secreta presencia,
pero hace mucho ruido, no sabe disimular,
y al querer traspasar la frontera anular
descansa sobre camas de tulipanes amarillos,
quiere confundirse con ellos, derretirse, transformarse,
él cree saber, desde el principio, burlar las apariencias,
aunque deba decirse que esa bondadosa perfección
que rebasa los horizontes mortales, se hace cardiaca,
está colindando llameante con una auténtica ilusión.

Los rodea una región que jamás duerme,
sonámbula vuela convirtiéndose en vapor,
comete el atrevimiento de ser linterna volátil
cuarzo impuro, estrella del norte, piedra virtuosa
de la que sólo se admira el errante marinero.
Trozo de universo alterado que descansa,
que da vueltas, que tropieza, que desmiente.

Alguien que todavía no es o es lo que todavía no es alguien
Surtido del sueño celeste por la fuerza de la voluntad,
invitado inoportuno al festejo de un principio cuyo nacer permanece inoculado.
Pero en el instante luminoso de aquel cubierto mundo de la verdad
es el día de la vigilia nocturna, para nuestros ciegos ojos, menos meditado,
tiempo en que el mar despierta con su oleaje alcohólico y tonificante aroma a sal.
Es un niño acariciado por la seda de la espuma que excita sus recientes epitelios
Mientras toca con su cándido, pero ingenuo, tacto la tibia arena del planeta extraño,
Tela que no es suya, pero donde él comienza a observarse, a reconocerse y a ser
Y así venimos inocentes, sin la navaja de la partición,
con el cosmos indiviso que aguarda con temor,
con la encomienda de ir integrando y diferenciando el ser.

Hilos sueltos que renueva al mundo
Viajan despavoridos rompiendo con el pasad
Devuelven absueltos la vida a la muerte
Y cierran la puerta del miedo que infunde
Si pudiera decir una sola sentencia,
Elevar por única vez la voz en su pureza
¿callaría o cantaría?
Un planeta se ha enamorado de una estrella
Ambos sin saberlo viajan a la velocidad de la luz
Un rapsoda es rodeado por la mujer más bella, el mundo verdadero
Ambos ignoran, más él que ella,
¿cómo olvidar los patrones?
¿cómo olvidar las preguntas?
¿qué cielo arrojará girasoles?
¿ya nadie necesita saber qué hora es?
¿se han suicidado todos los relojes?

Después de quedarme sin mirada, tú me la devolviste con fuego existiendo,
Cuando la verdad me abandonó para siempre, el amor se volvió finito,
y la eternidad aprendió de la resignación su partida,
Real como un suave acontecimiento que flota y retorno al mito
contemplé el cuerpo del enigma, el prisma de la esperanza.

Cero


Es malvado el principio. Total porque nos come con rapidez o nos vomita con lentitud. Enferma, contagia, posterga y mata. Se mueve a una velocidad que no percibe ningún sentido, por eso debe inventar una nueva vista, un nuevo olfato, un nuevo oído, un nuevo tacto, un nuevo gusto. La armonía no pasa, sino que permanece. Para los antiguos ojos la luz se estanca, pero para los modernos ésta hierve prometiendo conjuros a los habitantes del color. La primera letra no sabe nada. Arrolla de forma inteligente nuestra imaginación inventando la primera palabra, sin pronosticar la insolación diurna y la escritura de la historia, se apaga el ambiente y pronto deja de respirar el grafito, la tinta se congela y las curvas empiezan a derretirla. El sueño del viajante somete al demonio generador de ilusiones. Desviando su ruta hacia ningún lugar, ese vacío que pregunta por el final y que responde con visiones de otro mundo siempre intempestivamente, se desmaya y luego despierta con hambre de nuevo. La espiral lo hace existir, subir y descender, eso significa jugar en serio. Por eso el cero contradice, el límite sirve de razón para seducir a la próxima línea que desbordará la duda. Entonces, es cuando las noches se pintan de blanco, y las aves vuelven a enamorarse, regresan a la nada que es infinito, sin saber si alguna vez nacieron o si, acaso, pueden un instante más sobrevivir.