sábado, 24 de mayo de 2008

Una duda fenomenológica sobre la condición lunar

La Luna ha abonado una honda huella en la superficie de su sombra,
ente despierto, noctámbulo de la conciencia
cuyo sonabulismo me provoca la muerte y me extravía en el yo,
caer vertiginoso y genético hacia el sueño, oráculo de lejanía y proximidad,
ilusión de ojos abiertos en lo más profundo de la boca del cielo,
mar sin estrellas, prisión más bella, artista del delirio y de la intuición de la nada.

Nos ilumina, nos elimina, se dirige hacia nosotros y nos mata de día,
su aparecer nos desaparece, y cuando llega el intante
agrieta la oscuridad sigilosamente,
entonces, un Dios despierta celebrando el ocaso de sí mismo,
feneciendo en vida pore ls ol en la agrimensura del olvido.

Su movimiento describe el relato de su propio inexistir paulatino,
la mitad yel desamor del que ella víctima fue,
la mitad de la vida, la mitad lo es todo,
la mitad es mentira, la mitad encendida,
y enfurecida a medias...

...deja de ser por misma partida, condición de tragedia,
sin dolor, sin desesperación lidia sin defensa,
¿Por qué flota más allá sin ir hacia arriba ni hacia abajo?
decanta la irrealidad en su efímero paso por el mundo,
nunca avanza, sin embargo, para vernos a ella desafiando.

Esta para no estar y la observo,
cuando es más efectivo decir que es ella quien nos mira,
pupilas pulcras, viento en el iris, llorando su ser repentino,
la historia de un lamento,
reflejo atormentado de un fenómeno que invento.

Habita la conciencia y la percepción,
casa sin entrada y sin salida que me lee e interpreta,
sin entrar, sin salir, aún eterna exterioridad...
nuestro acceso y condición al allá del aquí,
sometiendo la experiencia de todo.